Eduardo Berliner. Extrañamente familiar
por
Taisa Palhares

Los trabajos de Eduardo Berliner cobran forma en el entrecruzamiento de sus apuntes gráficos diarios, esbozados en pequeños cuadernos de dibujo, obtenidos a partir de fotografías tomadas durante sus paseos por la ciudad, del estudio de pintores europeos de los siglos XVIII y XIX, tales como Goya, Courbet y Manet, de imágenes mnemónicas, o de escenas de películas y de historias infantiles, entre otras fuentes. Pero por más que sus trabajos evoquen algo ya visto o ya conocido, lo que llama la atención es que no se reducen a nada que pudiera haber sido descrito o nombrado con anterioridad. De alguna manera, lo inexpresable encuentra representación en las obras de Berliner.

Eduardo Berliner pertenece a una generación de artistas brasileños que revalorizaron la pintura como lenguaje artístico contemporáneo. Tal como apuntan algunos críticos, lo que esos pintores tienen en común es el hecho de apropiarse de imágenes preconcebidas, ya sean fotográficas o de otra índole, que remiten a la historia de la pintura y sus géneros con el fin de concebir una tercera imagen, cuya potencia se revela en el movimiento de distanciarse de aquello que la originó.1 1 Cf. Mesqiuta, Tiago, “A pintura de imagem”, en: Isabel Diegues y Frederico Coelhes (eds.), Pintura brasileira séc. XXI. Río de Janeiro, Cobogó, 2011, pp. 270–279. Gracias a este proceso, que también cabría describir como una suerte de extrañamiento, parte de esta producción adquiere mayor interés, pues es en el espacio instaurado entre los diversos referentes y el resultado final donde el quehacer pictórico cobra nuevo sentido.

Berliner viene explorando el mismo procedimiento desde el comienzo de su producción como artista, que data de mediados de la década de 2000. Sus acuarelas, dibujos, objetos y grabados cobran forma en el entrecruzamiento de sus apuntes gráficos diarios, esbozados en pequeños cuadernos de dibujo, obtenidos a partir de fotografías tomadas durante sus paseos por la ciudad, del estudio de pintores europeos de los siglos XVIII y XIX, tales como Goya, Courbet y Manet, de imágenes mnemónicas, o de escenas de películas y de historias infantiles, entre otras fuentes. Pero por más que sus trabajos evoquen algo ya visto o ya conocido, lo que llama la atención es que no se reducen a nada que pudiera haber sido descrito o nombrado con anterioridad. De alguna manera, lo inexpresable encuentra representación en las obras de Berliner. 

En sus imágenes existe una ambigüedad que se manifiesta a diversos niveles. En primer lugar, la búsqueda de la calidad del quehacer pictórico y su autoconciencia se asocian a un universo de violencia latente y de perversión que resulta, al mismo tiempo, extraño y familiar. En cierta medida, creo que es justamente eso lo que produce el efecto shock de sus trabajos. Por una parte, aunque Berliner reproduce escenas ya vistas con anterioridad y que en sí mismas no asustan, una vez transpuestas a la superficie del lienzo provocan repulsa o un sentimiento de terror. Son los casos de las pinturas Portão (2013) y Otite (2013).

Eduardo Berliner, Portão, 2013. Daros Latinamerica Collection, Zürich.
Eduardo Berliner, Otite, 2013. Daros Latinamerica Collection, Zürich.

Por otra parte, la invocación del universo onírico o imaginario mediante imágenes en que los objetos pasan a tener vida propia, los animales se igualan a los hombres, y toman cuerpo seres híbridos, tampoco es precisamente inquietante. A decir verdad, esas imágenes recuerdan algo familiar: leyendas antiguas, fiestas populares, pesadillas infantiles, fotografías de guerra, historietas o escenas de películas de terror. De alguna manera, remiten al ámbito de una cultura de masas que bombardea al espectador con imágenes violentas y perversas, ante las cuales aprendemos inconscientemente a obrar con indiferencia, con el objetivo de protegernos. Sin embargo, al aparecer de una manera tan directa en las telas, estas figuraciones provocan malestar y extrañeza, como si de repente tomásemos conciencia de la agresividad que simbolizan y de su pertenencia a la cultura occidental. Este es el caso de la pintura Cabide (2013), donde el recuerdo infantil adquiere una forma aterradora, o el de A águia flechada (2013), pintura que evoca una historia de sacrificio secular, si bien desconocida.

Eduardo Berliner, Cabide, 2013. Daros Latinamerica Collection, Zürich.
Eduardo Berliner, A águia flechada, 2013. Daros Latinamerica Collection, Zürich.

En los casos de las acuarelas y los dibujos como Strange Fruit, Dança o Enforcando um cavalo (realizados entre 2012 y 2013), los trazos y los colores delicados sugieren la intimidad de un secreto que existe en la esfera privada o en el inconsciente. Sin embargo, al ser representadas en imágenes, esas situaciones de violación del cuerpo y de violencia sacrificial pasan a naturalizarse, lo cual no deja de ser brutal.

Eduardo Berliner, Strange Fruit, 2012. Daros Latinamerica Collection, Zürich.
Eduardo Berliner, Dança, 2012. Daros Latinamerica Collection, Zürich.
Eduardo Berliner, Enforcando um cavalo, 2012. Daros Latinamerica Collection, Zürich.

Se nota que el artista suele exponer esos trabajos juntos, y casi nunca solos. La visión del grupo sugiere un elemento narrativo que considero fundamental para comprender la producción de Berliner. Cada trabajo parece señalizar un acontecimiento, la parte de una historia cuyo sentido final permanece abierto.

No obstante, esas figuraciones también indican que, en ocasiones, la ficción fantasmagórica se convierte en el reverso de una realidad que, en el caso de la vida contemporánea, está más cerca y más presente de lo que nos gustaría. En Brasil, diversos artistas se han ocupado de mostrar el lado sombrío de la cultura tropical, al destacar tanto la gratuidad de su felicidad como la expresión violenta de su tradición. En la esfera de las artes visuales, Oswaldo Goeldi, Iberê Camargo, Tunga y Nuno Ramos, entre otros, expresaron esta contradicción formativa de la existencia cultural brasileña. Cada cierto tiempo, en función de de los acontecimientos históricos, este conflicto emerge con fuerza renovada. Como ficciones, los trabajos de Eduardo Berliner aluden a esta condición.

Taisa Palhares, 2017 Taisa Palhares es crítica de arte y profesora de la cátedra de Filosofía del Arte en la Universidad de Campinas (UNICAMP), Campinas, Brasil.

(Traducción de Damián Kraus)